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De Roses… ¡al cielo! O casi. Porque las montañas que envuelven sus alrededores y la arropan están plagadas de todo tipo de gratificantes sorpresas para el visitante.
Como el Monasterio de Sant Pere de Rodes, que se alza altivo desafiando una pendiente dentro del Parque Natural del Cap de Creus. Un conjunto monumental en el que destacan su iglesia y su claustro. Y como complemento perfecto a este paseo cultural por el románico catalán, otra joya histórica, el Monasterio de Santa María, agazapado en el interior de la Ciutadella rosense.
Roses es el punto de partida perfecto para conocer y disfrutar del Alt Empordà, una de las comarcas gerundenses con mayor riqueza natural y patrimonial. Empezando por el Parque Natural del Cap de Creus, que alberga mil sorpresas. Una de ellas –por la carretera ascendente que, desde la localidad rosense, lleva hacia Port de la Selva… o también tomando la carretera que sube desde Vilajuïga– es un conjunto monumental que, de repente, irrumpe en la vista del viajero e, inevitablemente, le atrapa y conduce hasta él, como un potente imán.
Se trata del Monasterio de Sant Pere de Rodes, cuyos primeros vestigios datan del siglo IX. Una joya del románico catalán que, del siglo XI al XIV, se convirtió en el principal centro espiritual del condado de Empúries. Una obra de arte arquitectónica que sorprende por su ubicación y, sobre todo, por la manera en que fue construido: distribuido en diferentes terrazas que le permitieron adaptarse al abrupto terreno. Nada más llegar a este mágico lugar, el viajero quedará boquiabierto por su portalada exterior, obra del Maestro de Cabestany, decorada con esculturas en mármol blanco que representan diferentes escenas de la vida de Cristo. Pero, tras cruzar el umbral, continúan las sorpresas.
La más admirable es su iglesia, con planta de cruz latina y tres naves con bóveda de cañón. Llama poderosamente la atención su altura, conseguida a base de un original sistema de pilares y dobles columnas. Anexa a ella se encuentra el claustro y el campanario, del siglo XII, de planta cuadrada e influencias lombardas. Y al lado del mismo, una torre de defensa. Gracias a las peregrinaciones –por las numerosas reliquias que albergaba– el monasterio llegó a tener, en plena Edad Media, unos 250 habitantes. Además, desde el monasterio se puede disfrutar de una de las mejores vistas del Cap de Creus. Poco antes de llegar, se encuentran los restos del pueblo medieval de Santa Creu de Rodes, entre los que destaca la iglesia de Santa Helena de Rodes. En todo caso, este excepcional conjunto monumental está declarado Bien de Interés Cultural.
Y en Roses, el Monasterio de Santa María
Tras este paseo ‘celestial’, de regreso a Roses el visitante puede continuar admirando el románico catalán en una de las joyas patrimoniales de la ciudad: la Ciutadella. En el interior de la misma, auténtico museo arqueológico al aire libre, además de las huellas que allí dejaron griegos y romanos se encuentra el Monasterio de Santa María, antigua abadía benedictina del siglo X, de estilo románico lombardo como dan fe sus muros interiores. También pueden admirarse sus tres ábsides y restos del claustro. Este monasterio cobra vida en verano como escenario de actuaciones del ciclo Musica D’Nits o en el festival Sons del Món.
En todo caso, el patrimonio histórico y cultural de Roses ofrece un amplio conjunto de experiencias que, desde luego, no tiene desperdicio.
Fuente: RV Edipress