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Ubicada a escasos 15 kilómetros de Mons (capital cultural de Valonia), la pequeña localidad de Binche se llena de color y multitudes cuando llega el carnaval. Y es que este municipio valón alberga una de las fiestas populares más antiguas e icónicas de Europa, una expresión popular única que fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2003: el Carnaval de Binche.
Si hay algo –o alguien– que hace del de Binche un carnaval único son sus protagonistas: los Gilles. Más allá de la espectacularidad de sus máscaras de cera con gafas y bigote, y sus coloridos trajes, las estrictas normas que hay que cumplir para llegar a ser un Gille son la razón por la cual esta fiesta mantiene su folclore y familiaridad.
Solo pueden ser Gilles todos aquellos hombres mayores de edad nacidos en Binche o que hayan residido en esta localidad de Valonia durante los últimos cinco años. Aunque si un hombre es capaz de demostrar que sus antepasados fueron binchois, también se le permitirá desfilar como Gille durante el Mardi Gras –el martes de Carnaval, el único día que están autorizados a participar.
Por su parte, la mujer tiene un papel crucial en el carnaval a pesar de no poder enfundarse el traje: tradicionalmente, es la persona que tiene el cometido de inspirar a las nuevas generaciones a que se acojan a las costumbres, los bailes y las normas del propio Carnaval de Binche.
Siguiendo con este complicado proceso, aunque un hombre cumpla con la condición de ser binchois, solo podrá ser un Gille si dos integrantes de su asociación de Gilles que se hayan disfrazado durante al menos los últimos cinco años lo ‘avalan’ como un buen candidato para formar parte del festival. De la misma manera, aunque se consiga esta aprobación, tampoco está permitido enfundarse el traje y ponerse la máscara si hace menos de diez años que se ha participado en otro carnaval disfrazado de Gille.
Una vez superado el rocambolesco camino que permite a los binchois ser parte de las comparsas, el comportamiento se convierte en una clave fundamental. Un Gille debe mostrar una buena conducta durante el carnaval y respetar el baile tradicional, con lo que, por ejemplo, no está bien vista la ingesta de bebidas alcohólicas –aunque no está estrictamente prohibida. De la misma manera, la buena presencia es un valor añadido, ya que, por ejemplo, no se pueden vestir guantes y se solicita que el pelo de la persona no sobrepase el pasador que se lleva en el cabello.
Además, una de las grandes curiosidades de este carnaval es que el traje de Gille no vuelve a casa de ninguno de los protagonistas: cada año los Gilles tienen que alquilar su disfraz, no pueden tenerlo en propiedad. De la misma manera, y dado el gran vínculo de esta figura con Binche, está prohibido salir del municipio con el colorido traje. Así lo marca uno de los dichos populares más conocidos de la localidad: “¡Un Gilles nunca se va!”.
En cualquier caso, este singular desfile aunará hasta tres generaciones de Gilles de la misma familia: abuelos, padres e hijos participarán de forma conjunta en este carnaval icónico que año tras año demuestra mantener un fuerte arraigo a su localidad, Binche, y por extensión a toda la región de Valonia.
Así, del próximo 23 al 25 de febrero, el Campanario de Binche –declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO– y las pintorescas calles de esta localidad belga serán testigos, una vez más, del espectacular desfile de más de 1.000 Gilles. Y para quien se quede con ganas de más, una visita al Museo del Carnaval de Binche permite descubrir a fondo todo el encanto de esta maravillosa fiesta popular. Una fiesta única que retrata el singular patrimonio cultural de Valonia y, por extensión, de toda Bélgica; una excusa perfecta para visitar y descubrir este mágico destino.
Fuente: Promotourist