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A pesar de que ambos países están separados por miles de kilómetros, la conexión entre España y Filipinas refleja varios siglos de historia compartida y un fuerte legado cultural, que todavía perdura en aspectos fundamentales como la arquitectura, el idioma, la religión o la gastronomía.
Desde luego, para entender las similitudes entre ambos países has de tener muy presente que Filipinas fue colonia española durante más de 300 años. Curiosamente, el explorador español Ruy López de Villalobos, durante su expedición en 1543, concibió el nombre del país como “Las Islas Felipinas”, en honor a quien se convertiría en el rey Felipe II de España.
Así, a lo largo y ancho del archipiélago, muchas provincias cuentan con nombres en español, como Nueva Vizcaya, Laguna, Isabela, Aurora, Nueva Segovia, Valle de Compostela…, al igual que muchas ciudades y pueblos: Pilar, Valencia, Burgos, Esperanza, San José… En todo caso, visitar Filipinas permite seguir la pista de un pasado común para ir desvelando las innumerables conexiones que unen a ambos países.
Hablando claro…
Asombrosamente, las conversaciones cotidianas en España y Filipinas comparten más de 3.000 palabras. El tagalo y el cebuano, los dos idiomas principales y más hablados del archipiélago, están salpicados de numerosos préstamos del vocabulario español, desde los números (uno, dos, tres, kwatro, singko, sais, syete, otso, nwebe, dyes) hasta los días de la semana (lunes, martes miyercoles, huwebes, biyernes, sabado, linggo) y los meses del año (Enero, Pebrero, Marso, Abril, Mayo, Hunyo, Hulyo, Agosto, Setyembre, Oktubre, Nobyembre, Disyembre). Todos ellos se pronuncian de forma similar, aunque difieren levemente en su escritura.
Cuando entra el apetito, también es posible escuchar curiosas semejanzas en palabras relacionadas con la gastronomía: pipino, sibuyas, manzanas, pinya… Así como con asuntos de la mesa: kutsara, tinidor, kutsilyo, baso, kusina… E incluso expresiones del más diverso carácter: syudad, gobiyerno, alkalde, demokrasya, trabaho, kotxe, simberguwensa, ikonomia, paborito, okasion, produkto… ¡Sólo hay que aguzar el oído!

Fervor compartido…
Filipinas es la única nación de Asia predominantemente católica (más de un 80% de su población) y el tercer país del mundo con más católicos, tras Brasil y México. En ese sentido, sus iglesias centenarias suponen un patrimonio único. En especial, merece una visita la Catedral de Manila, ubicada en Intramuros, así como la iglesia de Paoay, en Ilocos Norte; la Basílica del Santo Niño, en Cebú; la iglesia de Miagao, en Iloilo, y la Basílica de Taal, en Batangas.
Del mismo modo, los filipinos tienen por tradición instalar altares en sus casas, con imágenes católicas, flores y velas. Y durante las festividades, la mayoría de las comunidades organizan servicios eclesiásticos y procesiones religiosas en honor a un santo patrón. Semana Santa, Nochebuena y Navidad son sólo algunas de las principales fechas cristianas que se celebran como fiestas oficiales en Filipinas.
Sabores entrelazados…
Junto con la lengua y la religión, los españoles llevaron consigo ingredientes y recetas que no se conocían en Filipinas. Históricamente, los guisos de carne, el cerdo asado y los dulces a base de lácteos, que tanto gustaban en la península, eran considerados un lujo para los locales, por lo que se reservaban sólo para fechas especiales. Sin embargo, con el paso del tiempo, los filipinos fueron adaptando aquellos platos españoles, añadiendo productos equivalentes y locales, más baratos.
Algunas recetas de origen español, hoy preparadas al estilo filipino, son el cocido, el estofado, el escabeche, la caldereta, el embutido, la empanada, la ensaimada y el flan de leche. Además, cabe destacar el adobo, un guiso de carne con soja, vinagre, ajo, hojas de laurel y pimienta negra. Y, por supuesto, la paelya, una versión local de la paella valenciana que se ha convertido en una de las comidas favoritas de los filipinos para ocasiones especiales; su adaptación local incluye leche de coco, salsa de pescado, caldo de pollo, cúrcuma… ¡Hay que probarla!
Huellas marcadas…
Durante siglos, la arquitectura filipina estuvo dominada por las influencias españolas. Los frailes agustinos, junto con otras órdenes religiosas, construyeron joyas como la iglesia de San Agustín, en Manila, que fue la primera iglesia erigida en la isla de Luzón, en 1571, y que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993.
También forma parte de este rico legado la Basílica Minore del Santo Niño, en Cebú, construida en 1565 y considerada como lugar de nacimiento del cristianismo en Filipinas. Y una visita al país no está completa sin echar un vistazo a sus singulares iglesias de estilo barroco, como Nuestra Señora de la Asunción (Ilocos Sur), Santo Tomás de Villanueva (Iloilo) y San Agustín de Paoay (Ilocos Norte); las tres declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En el apartado civil, la arquitectura colonial española también supuso la construcción de fortalezas militares como la de Intramuros (1571), en Manila. De forma trapezoidal y erigida junto al mar y el río Pasig, fue la sede del gobierno colonial español y, a pesar de haber sido arrasada durante la Segunda Guerra Mundial, en su interior aún se pueden contemplar vestigios de la época, como los restos del Fuerte de Santiago.
Además, algunas ciudades conservan antiguas casas coloniales, como el Museo Casa Manila en el casco histórico de la capital. Y en Vigan, el ejemplo mejor conservado de una ciudad colonial española planificada en Asia (declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), aún se puede pasear por sus calles tal y como se edificaron en el siglo XVI.
En todo caso, la singular conexión entre España y Filipinas supone la posibilidad de descubrir y disfrutar, en cualquier visita al archipiélago del Sureste Asiático, de un legado y un conjunto de experiencias más que atractivos.
Fuente: Comunicación Iberoamericana