Share This Article
Entrar en un mercado, o en un bazar, o en cualquier otro espacio comercial, sobre todo en los de tipo más tradicional, y simplemente dejarse llevar por sus colores, por sus aromas, por sus sonidos… es, sin duda, una de las experiencias más significativas a la hora de visitar cualquier destino.
En este sentido, Isla Mauricio es, a su manera, un pequeño paraíso para los amantes de las compras. No solo por el hecho de que los diversos orígenes de la población hacen de la variedad de colores, formas y figuras una norma, sino por el hecho de que comprar cualquier cosa se transforma en una experiencia única, en la que el regateo y la simpatía de los vendedores es un añadido más.
Isla Mauricio es diversidad en su máxima expresión: instrumentos musicales autóctonos, como el ravane, una especie de tambor con el que se pueden tocar los ritmos de la sega; o un obre, un arco de origen africano que lleva una calabaza con la que se producen vibrantes sonidos; o especias procedentes de la India, pieza clave en el sabor del Trópico; o hierbas para las infusiones, de las que algunas son excelentes remedios medicinales; o una bolsa de café o de té a la vainilla; o una buena botella de ron mauriciano; o alguna de las distintas artesanías, como los trabajos de cestería, fabricados con diversas fibras de palmera, bambú o incluso lianas; o como los tejidos de la zona de Vacoas, uno de los trabajos artesanales más importantes del país, que se realiza de acuerdo a las tradiciones ancestrales de los primeros malgaches; o las esteras, bolsos, trabajos en macramé, esbeltas muñecas mauricianas, langosteras, pantallas para lámparas, collares, pendientes, broches o alguno de los preciosos arreglos florales; o uno de los recuerdos más típicos del lugar, la flor “Anthurium”, que se vende empaquetada dada su larga duración; o una representación del dodó, el mítico pájaro originario de la isla; o los exquisitos trabajos en maderas, sobre todo las maquetas de antiguos barcos, bellamente decoradas; o las piezas de terracota, los trabajos en basalto y acero; o las pinturas sobre tela y papel, de influencia naif, y las tarjetas de papel delicadamente decoradas y adornadas con flores secas; o los trabajos artesanales de joyería…
Ya sea en el enorme Mercado Central, o en los mercados de Curepipe, Port Louis o Mahèbourg, en cualquiera de sus grandes poblaciones o en sus pequeños caseríos, Isla Mauricio ofrece un amplio abanico de colores, de formas, de texturas, de sabores, de aromas… Junto a sus hermosas playas, de la mano de su rico patrimonio cultural, acompañando a esas postales que se graban en el alma, este singular destino del Índico suroccidental siempre tiene un buen recuerdo con el que volver a casa.
Fuente: Aviareps / Tourism Mauritius