Share This Article

Arte y arquitectura: un diálogo, así se titula la nueva exposición que ha abierto sus puertas en el Centro Botín, y con la cual este imprescindible espacio cultural de la ciudad de Santander cierra su programa expositivo de 2020.
La nueva muestra entabla una conversación con el edificio de Renzo Piano –icono del Paseo Marítimo de la capital cántabra– que aborda la relación entre los artistas y el espacio en el que presentan sus obras, cómo se apropian del espacio expositivo y arquitectónico, indagando en la influencia mutua entre arte y arquitectura, ofreciendo reflexiones sobre cómo la arquitectura conforma nuestras vidas y articula la interacción social.
Arte y arquitectura: un diálogo permanecerá abierta al público hasta mediados de marzo de 2021, y reúne una selección de obras de artistas que en su día dirigieron un Taller de Artes Plásticas de la Fundación Botín y expusieron sus trabajos en Santander, junto con piezas creadas por antiguos beneficiarios de la Beca de Artes Plásticas que concede la Fundación. Así, podemos ver obras de Leonor Antunes, Miroslaw Balka, Carlos Bunga, Martin Creed, Patricia Dauder, Fernanda Fragateiro, Carlos Garaicoa, Carsten Höller, Julie Mehretu, Jorge Méndez-Blake, Muntadas, Juan Navarro Baldeweg, Sara Ramo, Anri Sala y Julião Sarmento, artistas todos ellos para los que la arquitectura forma parte de sus preocupaciones, al punto de afectar en algunos casos a la definición formal de sus investigaciones plásticas.

Según Benjamin Weil, director artístico del propio Centro Botín y comisario de esta nueva muestra, “Si el propósito inicial de los edificios era dar techo a los seres humanos y animales domesticados, hoy funcionan también como ágoras en los que se desarrollan un amplio espectro de funciones sociales, que van de lo comercial y lo administrativo a las actividades profesionales o los espacios culturales, como es el caso de los museos”.
Además, es frecuente ver a arquitectos de renombre diseñar museos. El Centro Botín es uno de los espacios de arte más recientes de los muchos ideados por Renzo Piano, cuyo catálogo incluye el Whitney Museum of American Art en Nueva York, la Fondation Beyeler en Basilea y, en colaboración con Richard Rogers, el icónico Centre Pompidou de París.
La funcionalidad de la arquitectura
El objeto de la arquitectura es, ante todo, utilitario. No obstante, que la funcionalidad sea su criterio predominante no excluye la preocupación estética. En ese sentido, el siglo XX fue testigo del surgimiento del frecuentemente llamado Movimiento Moderno, que defendió que la forma sigue a la función, algo que Le Corbusier o los arquitectos de la Bauhaus (Walter Gropius, Marcel Breuer o Mies van der Rohe, entre otros) ejemplifican a la perfección.

Ese enfoque rigurosamente funcional del diseño de edificios y mobiliario ocupa el centro de las reflexiones que una serie de artistas comenzaron a plantearse hace unos sesenta años. El deseo de alcanzar la pureza formal alimentó un uso sobrio de materiales seleccionados para crear objetos de depuradas formas geométricas. Esos artistas estaban asimismo interesados en abordar el espacio expositivo como una parte integrante de su reflexión y práctica artísticas, incluyendo los giros perceptivos derivados de la relación dinámica entre un objeto escultórico, color o luz con dicho espacio.
Los arquitectos idean edificios. Rara vez intervienen en su construcción, trasladando la ejecución de esa tarea a los ingenieros u otros profesionales cualificados, limitándose por su parte a supervisar el proceso para asegurarse de que el edificio se ajusta a su diseño e intención iniciales. Los artistas minimalistas siguieron el ejemplo de los arquitectos, disociándose a menudo del proceso de la elaboración artística que parte de la idea central. Rehuyeron la faceta artesanal del trabajo, aspirando, por el contrario, a alcanzar la pureza formal y encomendando a otros la ejecución de sus obras. Su meta era alcanzar la neutralidad y la perfección del objeto producido industrialmente. La originalidad de la obra no radicaba ya en que el o la artista lo hubieran producido con sus propias manos. Así, el concepto materializado en la obra primó sobre la destreza manual.
Recorrido Expositivo

La nueva exposición que presenta el Centro Botín se divide en dos espacios separados por una pared abierta, diáfana, que crea el ritmo expositivo. Mientras en el primero encontramos obras en dos dimensiones, en el segundo lo hacemos en tres, reflejando así la idea de la arquitectura como objeto y como sujeto, aunque la frontera en muchas de las piezas es difícil de delimitar.
El primer espacio, denominado La arquitectura como objeto, muestra obras como Seven Sliding Doors Corridor (2016), de Carsten Höller; No Window No Cry (Renzo Piano & Richard Rodgers, Centre Pompidou, Paris) (2012) de Anri Sala; y Discrepancies with Oaxaca textile II (2018), de Leonor Antunes, entre muchas otras propuestas que abordan ese diálogo entre arte y arquitectura desde múltiples lugares cuyas fronteras son difíciles de delimitar.
La arquitectura como sujeto, segundo espacio de Arte y arquitectura: un diálogo presenta quizá un entorno más crítico. Julião Sarmento, Carlos Garaicoa, Juan Navarro Baldeweg o Julie Mehretu son algunos de los artistas que comparten sus particulares puntos de vista sobre la relación entre el espacio arquitectónico y otras dimensiones, desde lo estético hasta lo social.
En cualquier caso, el Centro Botín cierra este año atípico con una propuesta más que atractiva; una muestra que vuelve a subrayar la diversidad y la riqueza de la agenda del propio museo santanderino.
Fuente: Centro Botín