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Desde hoy, 18 de noviembre, y hasta el día 28, la Sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía de Madrid presenta A vueltas con Lorca, una fiesta poética de la mano del actor Carmelo Gómez.
Dirigida por Emi Ekai, esta propuesta escénica es un juego para romper a hablar en imágenes, es teatro sencillo, teatro de cercanía, un cuerpo a cuerpo, nada más. Es una invitación a dejarse prender por las palabras de Federico García Lorca. Es un cuento para quererle. Es un recorrido que comenzó hace más de tres años, y que ha viajado por teatros, pueblos y plazas.
Carmelo baila en verso y prosa sobre ese filo de amor y muerte a la llana, sin imposturas. Enlazado al piano de Mikhail Studyonov, se expone a las verdades sencillas de Federico y a sus enigmas, y nos sumerge en sus alegrías y soledades… Carmelo juega sobre los fragmentos como los niños que saltan de piedra en piedra para cruzar el río.
El proyecto
Es Federico quien nos llega a la mesa a través de las aulas. Lo personal del poeta granadino, esa forma de entender los versos desde la libertad, el sonambulismo, el simbolismo y la abstracción pura del surrealismo, la ausencia de lirismo emocional o didáctico, la asunción de la tragedia sin el melodrama.
Tanto su vida como sus poemas son “limo de voces perdidas”, tan inútiles como imprescindibles, cercanos en la voz de Carmelo, irresistibles con un piano de la mano, de los dedos de Mikhail. La batuta de Emi cierra un círculo, un nudo entre los tres: músico-actor-directora.
La idea es compactar una serie de poemas… ni siquiera eso, ensamblar una serie de versos… ni siquiera eso, aglutinar una serie de impulsos de ojos cerrados para organizar una línea narrativa.
Un juego sobre las tablas, o un pretexto para romper a hablar en imágenes, “sangre mía, alegría mía, sentimiento mío”.
La línea argumental de A vueltas con Lorca va variando cada vez, sin atenerse a normas “fajas”. Parte desde el amor, demiurgo ordenador, pasando por ese mundo sensual del hombre vividor, hedonista, apasionado, erótico, pansexual que fue Lorca, para llegar a la tragedia, a un bosque donde los personajes van a lomos de caballo, devenir implacable de fuerza superior, bosque mágico y sacrificial. Y llegar a la muerte, a la muerte del propio Federico, al descampado donde fue asesinado el poeta, por unos descerebrados, aquel trágico 18 de agosto de 1936.
Bernarda, Bodas de Sangre, Yerma, Romancero Gitano, Las Casidas, Diván del Tamarit, Poeta en Nueva York, El caballero de Olmedo, Poema del cante jondo… Irá variando, pues, a lo largo de los tiempos y los lugares. El tiempo estimado de la sesión puede variar entre la hora y la hora y media. Ese es el sueño… se puede soñar aún, se puede. El sonido del piano nos enseña que después del golpe de los martillos en el arpa, la caja sigue resonando un tiempo tan eterno como alcanza la memoria.
La música
El piano acompaña cómplice, al narrador, al poeta, al actor. A veces es la voz la compañera del piano. Y a veces son las ideas musicales de Federico las que acercan mundos y épocas. Así se dibuja un poema tras otro, creando puentes entre la escena y el público.
Las piezas elegidas pretenden bailar con las imágenes evocadoras del poeta. Para ello se parte de los arreglos de Federico para piano y de Canciones españolas antiguas, recopiladas y armonizadas por el propio poeta, y de fragmentos de otros autores, por la profundidad y el color con que sostienen las palabras de Lorca.
Carmelo y Mikhail, compañeros desde su trabajo en Elling, se vuelven a encontrar en escena, donde ofrecen una comunión de palabra y música única en cada representación. Por debajo del agua siguen las palabras, dice Federico… y sosteniendo a las palabras, la música.
Y así, entre vals y vals, se va cerrando A vueltas con Lorca, o tal vez no, quizá siempre aparezca un hilo del que tirar para seguir descubriendo al poeta granadino y universal, desde nuestra memoria y la de los que vendrán. Pasen y vean. Pasen… si lo desean.
Fuente: Prensa Teatro de La Abadía