Share This Article
Más de 150 rótulos comerciales rescatados en los últimos años, así como ejemplos de gráficas en otros soportes, desde servilletas y etiquetas hasta papeles de seda, componen No va a quedar nada de todo esto, la nueva exposición temporal de CentroCentro que reúne en las salas del Palacio de Cibeles 90 años de patrimonio gráfico madrileño.
La muestra, comisariada por el colectivo Paco Graco, reúne diversos elementos gráficos de comercios que han ido cerrando sus puertas en los últimos años con el fin de no perder, precisamente, esos fragmentos de la historia del diseño gráfico de Madrid, del día a día de sus vecinos y vecinas. Un patrimonio propio que se entrelaza inquebrantablemente con la propia identidad de la ciudad. Porque Madrid no sería Madrid sin sus rótulos.
Así, en la planta 4 de CentroCentro se exponen neones, cajas de luz, banderines, vidrios, marqueterías, plexiglás y gráficas en distintos materiales que se han utilizado a lo largo de los años, como latón, acero o madera. Todos ellos ejemplos de los distintos elementos visuales que los comercios de Madrid han utilizado durante los últimos 90 años. La muestra incluye muchas piezas de los años 60 y de los años 80 del siglo XX, pero algunos de los gráficos expuestos son bastante más antiguos, como la primera puerta de ‘La Moda’, de principios del siglo XX, o la fábrica de jabones de la calle Delicias 26, anterior a la Guerra Civil.
Testigos de cambio
Entre el patrimonio gráfico expuesto se encuentran algunos rótulos muy reconocibles, piezas que forman parte de la propia identidad de Madrid, de la vida de sus vecinos y vecinas. Como el cartel luminoso de la antigua sastrería Casa Benítez, en el barrio de Chueca; o el de la mítica sala Canciller, templo heavy en Madrid, muy cerca de la Plaza de Toros de Las Ventas.

Fajas Ruiz (Sol), Casa Poli (barrio de Salamanca), la Cafetería Somosierra (calle de Fuencarral), la Pastelería Kayto (Vallecas), la Tienda ORTE (barrio Quintana) o la Cafetería Zahara (Gran Vía), entre tantos otros comercios, también forman parte de la larga lista de nombres propios que marcaron una época en distintos rincones de Madrid. Establecimientos hoy desparecidos que, sin embargo, como único recurso contra el ineludible olvido, el colectivo Paco Graco mantiene vivos a través de la salvaguarda de sus icónicos rótulos.
Del mismo modo, distintos ejemplos de recursos gráficos en otros soportes también nutren a la nueva temporal de CentroCentro. Tesoros como la extraordinaria colección de servilletas de bar del fotógrafo madrileño Felipe Hernández, que ha logrado recolectar más de 1.200 ejemplares. O la colección de bolsas de Martín Sobrados de la Plaza –cedidas a Paco Graco– o conjuntos de etiquetas de precios y de sedas de envolver.
¿Un cementerio de negocios, un museo de tiendas y calles desplazadas, una investigación sobre las transformaciones que viven nuestras ciudades, un testigo de lo que ha sido y podría ser nuestro espacio público? Cambios estéticos y políticos reflejados en carteles y neones. No va a quedar nada de todo esto trata de gestionar la inevitable nostalgia que produce esta singular colección de recuerdos de otras épocas, al tiempo que se aventura a especular sobre ciudades menos impersonales, más vocingleras y vivaces, más diversas y divertidas, desordenadas y libres.
Un archivo vivo
Desde 2017, el colectivo Paco Graco se ha dedicado a recoger las gráficas comerciales de los muchos negocios que van cerrando en Madrid, siempre con la finalidad de proteger y recuperar ese invaluable acervo gráfico (sin importar si son feos, bonitos, históricos, recientes, de cualquier material…), que hoy en día, cuando solo queda franquicias, nos recuerda que en las calles de la ciudad hubo negocios familiares, comercios especializados, almacenes de materiales de construcción… Toda clase de tiendas de primera necesidad que reflejaban una diversidad urbana que está desapareciendo.
En todo caso, esta muestra sobre patrimonio gráfico madrileño en CentroCentro, que cierra una tetralogía iniciada en 2019, “no es una exposición dedicada a la celebración de la excelencia en el diseño de los rótulos de antaño; no es un lugar para llorar los comercios desaparecidos; no es un cementerio de una ciudad que ya no existe. Es un espacio creativo nuevo y actual, donde los rótulos dialogan entre ellos y con la calle, y que tiene como objetivo generar una conversación intergeneracional para hablar del pasado, el presente y el futuro”, explica el colectivo.
Fuente: Acerca Comunicación